Todos hemos crecido con el idílico mundo de Disney. Sin embargo, no es difícil desmitificar a una Blancanieves que limpia con ardor la choza de los Siete Enanitos o a una Cenicients sumisa que representa la encarnación de una visión machista y patriarcal de la sociedad.
Transgredir los supuestos valores de pureza y sumisión que las definen resulta casi un acto de reivindicación ineludible.
No obstante, estas películas siguen estando muy arraigadas a la cultura popular actual, por muy retrógrados o desfasados que resulten los modelos que representan. Estos personajes siguen vigentes décadas después de su creación porque todavía hay muchos niños y niñas que quieren ser el centro de atención, el rey y la reina de su casa ¿A quién no le gusta que su madre le ponga una corona y un vaporoso atuendo? Es el primer contacto con la notoriedad que tenemos desde pequeños: las niñas quieren ser princesas y los niños héroes o guerreros. El merchandising relacionado con las películas de princesas Disney generó en Estados Unidos ventas por valor de 1,3 millones de euros el pasado año. Frozen, protagonizado por las princesas Anna y Elsa, ha sido el último gran éxito de Disney en materia de la realeza. Aunque estas dos hermanas resultan mucho más resueltas y seguras de sí mismas que la siempre indefensa Cenicienta. Los tiempos cambian y si Disney no lo hiciera sería un suicidio. Sin embargo, siguen triunfando las historias pastelosas en las que la chica (princesa) sueña con su príncipe azul; ahí tenemos el caso de Ana en Frozen, que solo en Estados Unidos, ha recaudado casi un millón de euros en taquilla y su banda sonora ocupó durante trece semanas seguidas el primer puesto de discos más vendidos en este país. Aunque más independientes y seguras el modelo de mujer que estas historias perpetúa es el de "mujer princesa", de belleza y atributos ideales y casi virginales, así como el varón aparece dotado de un cuerpo atlético y una masculinidad exultante, ambos alejados de la realidad y de lo cotidiano, y diriase que incluso de lo humano. Asimismo, las relaciones de género que se establecen se basan en los estereotipos más desfasados del amor romántico.